Procesión del Silencio

Es la noche del Jueves Santo, poco a poco el silencio se va imponiendo. El reloj, con un sonido lastimero, da las once campanadas. Al mismo tiempo que la banda de cornetas y tambores hacen sonar los primeros acordes, el Hermano Mayor llama por tres veces a la puerta de la Parroquia y esta se abre para dar salida al paso de “Jesús atado a la columna” que es llevada a hombros por los jóvenes de la Hermandad. Poco después, y con las dificultades características por la estrechez y altura de la puerta de la Parroquia, sale a hombros el “Santísimo Cristo del Milagro”, paso titular de la Hermandad, que es colocado en su porta-andas. Al mismo tiempo se forma la escuadra de gastadores del Ejercito del Aire, que le dará escolta en todo el recorrido.

Ha comenzado la procesión del Silencio y del recogimiento, como en años anteriores, nos acompaña una representación de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santiago de Burgos, de las distintas Hermandades y Autoridades de Aranda.

Las capas de los hermanos se mueven azotadas por el viento en el puente del río Duero, al mismo tiempo que las imágenes se balancean al paso que marcan los tambores y suenan diversas melodías de las cometas. Entre las nubes, sale la luna llena que refleja su luz sobre la faz del Cristo del Milagro haciendo un contraste de luces y sombras, que con la boca entreabierta parece expresar el momento de sus últimas palabras “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

La procesión continúa su recorrido con paso lento y gran recogimiento, poco a poco va llegando a la mitad de la cuesta de la calle Postas, donde la banda de tambores y cometas gira para hacer el homenaje a las imágenes.

En su recorrido la Hermandad pasa por delante de Santa María la Real, inclinando la cabeza ante la casa del Padre. Después de dos horas largas de procesión llegamos al arco del Ayuntamiento que se encuentra lleno de gente. Pasa primero “Jesús atado a la columna” y a continuación pasa la imagen de Cristo crucificado; es un punto conflictivo ya que la altura de la imagen junto con las andas es casi la misma que la del arco, por lo cual, los costaleros tienen que bajar todo el conjunto hasta unos cinco centímetros del suelo y rozando los nudillos de sus manos con el pavimento van pasando los catorce metros de longitud del arco, muy lentamente a las órdenes y ritmo que marca su capataz, para después y una vez cruzado van subiéndole a la rodilla, a la cintura y a los hombros al grito del “al cielo”. La gran multitud de gente emocionada aplaude, se ven lágrimas en los ojos de los devotos y de los hermanos.
Otra vez pasamos el puente sobre el río Duero y volvemos a la Parroquia.

En el momento de la entrada los hermanos con el cirio levantado esperan a los pasos de “Jesús atado a la columna” y del “Santísimo Cristo del Milagro”. Después de meter “Jesús atado a la columna” y haberle hecho su homenaje, a los costaleros les queda otro desafío, consistente en desmontar las andas del porta-andas y poder de esta manera introducir la imagen del Santísimo Cristo del Milagro dentro de la Iglesia, momento tan complicado como el paso del arco del Ayuntamiento. Realizados todos los preparativos, la escuadra de gastadores se pone en formación al mismo tiempo que la banda de cometas y tambores toca el himno nacional; los costaleros hacen el último esfuerzo, girando los candelabros y con los dedos rozando el suelo van introduciendo la imagen. La gente emocionada aplaude y las puertas de la Iglesia se van cerrando.

Son cerca de las dos de la madrugada, la Procesión del Silencio ha terminado, pero el corazón de los hermanos está lleno de alegría.